En
un pueblo no muy lejano llamado Damián, había un perrito de color negro, era huérfano
pues sus padres y hermanos habían muerto ahogados en un día muy lluvioso. El perrito
negro vagaba por las afueras del pueblo. Una niña lo vio, se dio cuenta que el
pobre estaba muy hambriento, lo cogió y lo llevo a su casa, el perro estaba muy
enfermo y débil. La niña lo curo y lo cuido como si fuera de ella.
Pasado
los días, el pero se quedó hay en la casa, la niña jugaba con el siempre. El perrito
negro era muy cariñoso y obediente; el único problema era el agua, le tenía un
miedo horrible, pues le recordaba cuando su familia falleció.
Un
día, la niña jugaba con el perrito como siempre, pero ese día lanzo la pelota tan
lejos que cayó en la fuente de la casa que estaba llena de agua. El perrito corrió
detrás de la pelota, cuando la encontró se dio cuenta que había caído en la
fuente, él quería ir por ella pero cuando vio el agua le dio tanto miedo y se
puso a llorar. La niña al escuchar los chillidos, fue corriendo a donde estaba
el perro, lo cargo en sus brazos para que se tranquilizara. La niña siguió jugando
con él para que se le olvidara lo de la fuente, pero en lo que jugaba estaba
pensando en cómo hacerle para que el perrito ya no le tuviera miedo al agua.
Días
después, salieron a pasear por un río. La niña cargo al perrito en sus brazos y
se metió al río. El perrito estaba desesperado en el agua, no sabía cómo
mantenerse a flote, lloraba y lloraba; hasta que logro patalear, se fue
tranquilizando poco a poco, ya después andaba nadando alado de la niña,
disfrutaba del agua. La niña estaba muy feliz porque el perrito aprendió a
nadar, y le gustaba el agua, se le había olvidado el miedo que le tenía.
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